sábado, 8 de junio de 2013

YO MATÉ A ATILANO SOTO

Bastará decir que soy Juan Pablo Casel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona. 
Ernesto SÁBATO

Atilano Soto fue presidente de Caja Segovia mientras en España un gran número de cajas se convertían en un banco, allá por el 2010. Años antes fue presidente de la Diputación Provincial de Segovia. Y antes seguramente ocupara cargos en el ayuntamiento y todas esas cosas que han caracterizado a la España de la Segunda Restauración Borbónica. No le culpo solo a él; yo tuve gran parte de culpa. Al principio luchaba por lo que pensaba, el enemigo tenía un nombre propio y el objetivo estaba claro. Queríamos una constitución, una democracia, libertad… esas cosas que nos dieron en 1978, aunque una vez que lo conseguimos, la verdad, ya no nos gustaba. Hicimos a nuestra imagen y semejanza un mundo que se ha llenado de analfabetos funcionales, ladrones y uniformes ignorantes. La idea era buena, lo malo fue todo lo demás.
A medida que pasaba el tiempo, vi cómo el mundo se iba convirtiendo en lo que tanto habíamos criticado. Alguien lo cambiará, pensábamos, porque alguien lo había cambiado ya. Pero claro, eran otros tiempos, estábamos todos en la calle, todos teníamos el mismo objetivo. Ahora no tenemos nada, ni siquiera hay un enemigo, el dinero decían… El dinero…
Durante treinta años he trabajado en una fábrica. No porque fuese un iletrado, no tuve oportunidad de estudiar. Eso pasaba antes. Había gente que quería estudiar y no podía; ahora hay gente que puede estudiar y no quiere… ¡Qué lástima! Pero yo leía, incluso llegué a comprar libros. Decenas y decenas de libros, para mis tres hijas; todos los años me gastaba un dineral en septiembre en esos libros. Mi trabajo en la fábrica dio para pagar colegios, libros, hipoteca e incluso ahorrar. Sí señores, yo ahorré. Tenía mi dinero en la caja de mi ciudad, Segovia. Un lugar donde por no haber, no había ni mendigos. Y por eso dejábamos hacer.
Ahora nos va bien, antes era mucho peor.
Antes era mucho peor… Ahora ya lo dudo. Estamos recorriendo el mismo camino otra vez, el mismo que hace cien años. Un par de Borbones, una pequeña revolución pacífica y al final a matarlos a todos. No somos mejor que nadie y la gente no lo sabe.
Guardaba mis ahorros para no ser una carga para mis hijas, para que pudieran ser libres en un futuro. Y un día, sin darme cuenta, perdí el trabajo. Después de treinta años, la fábrica tenía que cerrar… A partir de ahí, solo hay crisis. Mi hija pierde su empleo, tengo que hipotecar mi casa (de nuevo), porque avalamos su compra millonaria y desproporcionada. Y cuando llegué a mi banco, ese que regalaba cosas a la ciudad, que tenía hasta obra social, cuando llegué a él, me dijeron que mi dinero lo tenían ellos, que no lo podía tocar, que se lo quedaban, que era suyo, que eran acciones que no podía vender, que como metí mi dinero en subordinadas, el dinero lo han perdido y es suyo.
Cuando salí del banco me dijeron que Atilano Soto estaba triste. Que la gente le insultaba por la calle, que estaba deprimido, cansado por lo que decían que había hecho. Yo nunca quise ser una carga para mis hijas y decidí curar la depresión del pobre Atilano.
Ahora descansamos los dos.




“Los personajes históricos que aparecen en esta novela están voluntariamente falseados y sólo existen en las fotografías e imágenes de la cultura de masas. Sus relaciones no son humanas ni reales. A sus programadores traspaso la responsabilidad de todas las exageraciones deformatorias.” Manuel Vázquez Montalbán

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