Cada vez son más frecuentes, en las
conversaciones que mantengo con mi entorno, las referencias a ETA. El anuncio
que se hizo del fin de la violencia no ha supuesto un estímulo, tal y como
pensábamos. No sé a qué se deberá, probablemente a que o nadie se lo creyó o a
que ya no nos importe. Cualquiera de las dos opciones me estremece. Si nos da
igual, porque la costumbre nos ha arrebatado el derecho al escándalo tras un
asesinato; si nadie se lo cree, porque… en fin, porque nadie se lo crea.
Y continuamente se repiten en mi cabeza las
palabras de la jueza: "Y encima se ríen estos cabrones".